La sobreexposición tecnológica genera apatía, insomnio y pérdida de vínculos reales entre los jóvenes. Expertos advierten que detrás de la adicción a las pantallas se esconde una pérdida progresiva de libertad y capacidad de disfrute.

Un estudio de JAMA Pediatrics reveló que casi la mitad de los adolescentes presenta conductas adictivas al celular o redes sociales. En Argentina, según UNICEF, el 95% de los chicos accede a Internet antes de los 10 años.

La especialista Soledad Gutiérrez Eguía, autora de Querido adolescente, no es tu culpa, señala que esta exposición impacta en la dopamina, la atención y el estado de ánimo. Casos de ansiedad, autolesiones y depresión aumentaron tras la pandemia.

Para Gutiérrez Eguía, el desafío es recuperar el tiempo desconectado: fomentar espacios sin pantallas, promover el descanso y enseñar a los chicos a identificar fuentes de bienestar reales. “Informarse es el primer paso”, sostiene.

La autora propone un cambio cultural que involucre a las familias y las escuelas: “El problema no es la tecnología, sino su uso sin límites. En el fondo, lo que se pierde es la libertad”.