Con la edad, las noches se vuelven más interrumpidas y el descanso pierde calidad. Especialistas advierten que la caída en la producción de melatonina, los cambios hormonales y los problemas de salud impactan en el sueño, y alertan sobre el peligro de recurrir a pastillas sin supervisión médica.
Dormir bien es clave para la salud del corazón, el cerebro y la longevidad, pero los estudios muestran que hoy descansamos un 25% menos que hace cinco décadas. Según el doctor Daniel Pérez Chada, factores como el estrés, la luz artificial y la pandemia contribuyeron a agravar la situación.
A partir de los 50 años, los despertares nocturnos y la dificultad para conciliar el sueño se vuelven más frecuentes. El doctor Facundo Nogueira explica que esto está ligado a la disminución progresiva de melatonina: a los 70, el cuerpo produce apenas el 10% de lo que generaba en la adolescencia. Además, dolores crónicos y medicamentos pueden empeorar el descanso.
Las mujeres atraviesan un desafío extra con la menopausia, ya que los sofocos y el aumento de peso elevan el riesgo de apnea del sueño. La doctora Silvana Malnis añade que con el envejecimiento se pierde sueño profundo y REM, y predominan fases más superficiales, lo que genera la sensación de no haber descansado lo suficiente.
Dormir menos de siete horas por noche se relaciona con hipertensión, problemas cardiovasculares, mayor somnolencia diurna y riesgo de accidentes. Ante el insomnio persistente, los especialistas recomiendan evitar la automedicación y adoptar hábitos saludables: horarios regulares, menos pantallas antes de dormir, ejercicio físico y consulta profesional cuando sea necesario











