El cambio climático ya no es una predicción: es una realidad palpable. Aumentos en la temperatura global, deshielo de los polos, incendios forestales más intensos y fenómenos meteorológicos extremos son solo algunas de las señales que evidencian esta crisis ambiental.

Uno de los efectos más alarmantes es la subida del nivel del mar. Esto amenaza con inundar regiones costeras, afectar la biodiversidad marina y desplazar a millones de personas. Ciudades como Venecia, Nueva York o Bangkok ya están tomando medidas preventivas.

Los ecosistemas también están sufriendo. Muchas especies están migrando, adaptándose o desapareciendo debido al cambio en sus hábitats. Los arrecifes de coral, esenciales para la vida marina, están muriendo a causa del aumento de temperatura y la acidificación del océano.

A nivel humano, el cambio climático afecta la salud, la economía y la seguridad alimentaria. Las sequías prolongadas y las lluvias extremas provocan pérdida de cultivos, encarecimiento de alimentos y desplazamientos forzados. Además, aumentan las enfermedades transmitidas por insectos como el dengue.

Frente a esta crisis, se requieren acciones globales urgentes. Esto incluye la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, transición hacia energías renovables y cambios en los hábitos de consumo, como la movilidad sostenible o la reducción del plástico.

La lucha contra el cambio climático es una responsabilidad compartida. Aunque los gobiernos deben liderar, cada persona puede aportar con decisiones conscientes y sostenibles. Aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo si actuamos con decisión.