La Universidad de Buenos Aires, la más grande y prestigiosa del país, avanza con pasos firmes hacia la digitalización de sus procesos académicos y administrativos, un camino que se aceleró con la pandemia y que hoy representa una transformación estructural. Desde 2020, más de 300.000 estudiantes accedieron a clases virtuales, y aunque el retorno a la presencialidad es casi total, muchas facultades mantienen esquemas híbridos o a distancia en materias teóricas. La digitalización ya no es solo una herramienta de emergencia: es parte del nuevo modelo universitario.
Uno de los logros más destacados fue la creación del Campus Virtual UBA, que centraliza materiales de estudio, foros, clases grabadas y actividades evaluativas. Este entorno, utilizado en todas las facultades, facilita el acceso a contenidos y permite una gestión más eficiente de la cursada. Además, la UBA implementó exámenes virtuales supervisados, inscripción digital a materias y trámites online que antes requerían presencialidad. La Facultad de Ciencias Económicas, por ejemplo, ya gestiona el 100% de sus trámites administrativos en formato digital.
Sin embargo, la expansión tecnológica también dejó en evidencia profundas desigualdades. Un informe de la Secretaría de Asuntos Académicos reveló que el 18% de los estudiantes tuvo dificultades para continuar sus estudios virtuales por falta de conectividad o dispositivos adecuados. Esto obligó a la UBA a implementar programas de préstamo de notebooks y becas de conectividad, así como a reforzar sus redes internas de acceso Wi-Fi. La brecha digital, aún presente, es uno de los principales desafíos para garantizar una educación pública verdaderamente inclusiva.
En términos de formación docente, más de 25.000 profesores y auxiliares participaron en capacitaciones sobre herramientas digitales, diseño de aulas virtuales y evaluación online. Estas instancias no solo permitieron adaptarse al contexto pandémico, sino que impulsaron una reflexión más profunda sobre las prácticas pedagógicas. Muchas cátedras comenzaron a incorporar recursos multimedia, clases asincrónicas y estrategias de gamificación, generando nuevas dinámicas de aprendizaje más participativas y flexibles.
En paralelo, la UBA avanza en proyectos de innovación educativa con base tecnológica. La Facultad de Ingeniería impulsa desarrollos en inteligencia artificial aplicada a la enseñanza, mientras que Exactas y Medicina experimentan con simuladores virtuales para prácticas de laboratorio y clínicas. La digitalización también está presente en la investigación: se digitalizaron más de 1,5 millones de documentos y tesis, y se expandieron las bibliotecas digitales, facilitando el acceso remoto a contenidos científicos clave para la comunidad académica.
La dimensión administrativa no quedó afuera: se desarrollaron sistemas internos de gestión para concursos docentes, expedientes, actas y seguimiento presupuestario. La Facultad de Derecho, por ejemplo, ya implementa un sistema de firma digital para resoluciones, lo que agiliza procesos y reduce el uso de papel. A la vez, se trabaja en la ciberseguridad de los datos institucionales, un aspecto cada vez más crítico en contextos de alta dependencia tecnológica.
El futuro inmediato de la UBA pasa por consolidar este proceso, garantizar equidad digital y seguir innovando en modelos pedagógicos. Si bien la presencialidad sigue siendo un pilar fundamental de su identidad, la universidad pública más importante de Argentina apuesta a combinar tradición y tecnología. En un escenario global donde el conocimiento se digitaliza a ritmo acelerado, la UBA busca no quedarse atrás, sino liderar.










