La economía mundial transita un momento complejo: el crecimiento ha sido revisado a la baja, con proyecciones entre el 2,5 % y el 3 % para 2025, lejos del promedio prepandemia. Las tensiones comerciales y el aumento de aranceles, especialmente desde Estados Unidos, generan incertidumbre y reducen el impulso del comercio global.
El oleaje geopolítico también sacude los mercados. El conflicto emergente entre Estados Unidos e Irán—involucrado en acciones militares y amenazas al estrecho de Ormuz—ha elevado el precio del petróleo a más de 75 dólares por barril. El riesgo de interrupciones en el flujo energético podría disparar los valores hasta 100 dólares, con consecuencias para la inflación y el crecimiento económico mundial.
En paralelo, la guerra tarifaria impulsada por Estados Unidos ha reactivado fricciones con socios tradicionales. Tras imponer tarifas del 10 % a todos los importados, mantuvo aranceles elevados a China (hasta 145 %), Canadá, la Unión Europea y México. Estas medidas afectan el comercio regional: se anticipan caídas de hasta 12 % en las exportaciones de México y presión al alza inflacionaria en Estados Unidos.
La fragmentación global se acelera: EE.UU. y sus socios exploran alternativas a las grandes redes financieras tradicionales, mientras temas de seguridad nacional se entrelazan con decisiones de inversión y regulación, socavando aún más el mapa del comercio abierto.
Los bancos centrales enfrentan un terreno movedizo. En un contexto inflacionario potenciado por energía cara y aranceles, algunas economías avanzadas optan por reducciones de tasas, pero la Reserva Federal y el Banco Central Europeo advierten que podrían frenarse si la inflación se acelera por nuevos choques.
El riesgo de una desaceleración mundial creciente influye en las decisiones de circulación de capital. Sectores dependientes de energía, como transporte y manufactura, ajustan expectativas, mientras los inversores optan por refugios como bonos de mercados menos expuestos y el oro.
En síntesis, el escenario internacional se balancea entre señales moderadas de recuperación y amenazas relevantes: confrontaciones geopolíticas, barreras comerciales y presión inflacionaria. En este entorno, la coordinación multilateral, la diversificación de estrategias energéticas y un rumbo comercial previsible serán esenciales para sostener el rumbo de la economía global.










